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Dos despedidas

Tal vez son tiempos de despedidas.   Las pastillas se balancearon en mi mano. 1, 2, 3, 15, 22, 25. En horas en las que mis coetáneos esperan la llegada del 27/06, como si el Armageddon fuera a ocurrir realmente, en mi mente los demonios cuentan como salidos de la boca de Emily Rose.  “Ya solo tómalas”. 1, 2, 7, 13, 24 y 25. La revolución se agolpó en las horas vagas de mi mente. No supe cómo. Se acomodó entre la tristeza de extrañar a papá y las palabras que me hieren.  “Ya no las cuentes. Ya no, son suficientes y, si no, están las demás”.  “Una compañera”, “fueron días difíciles”. En otro espacio al mismo tiempo algunas se despidieron. Yo ya no. Perdí la hora del viaje. La pared se resquebraja.  Dejo de contar. Ya se cuántas y cuáles son. Dos despedidas. No las conozco, pero me duelen mis hermanas.  “No sé qué decir”. En verdad ya no sé. Hace como 11 días se me acabaron las palabras. Tal vez fueron más de 20 días...

Me plagio Spinetta porque sismo y COVID-19

Si no escribo lo que siento, me voy a morir por dentro. Y es que yo me versiono hasta al gran Spinetta porque cuando la tierra tiembla y abro, intempestivamente, las puertas cerradas de los corazones de quien amo, me queda el esqueleto retumbando.

Palabras con “O”

Odio la cuarentena, pero los atardecer son espléndidos.  Odio el confinamiento, necesito que me abracen.  Odio estar sola, nunca antes lo había estado tanto.  Odio mentirle a mis recuerdos, ella siempre me perdona.  Odio este dolor de estómago, de algún modo me está sanando.  Odio atorarme en el llanto, pero si no sale ¿qué va a pasar con ellas? Odio el malestar en zonas pequeñas, el feo anular del pie izquierdo, el vientre, el pecho encogido.  Odio no tener cerca a quien puedo confiarme, y que también ya se va a ir más lejos.  Odio necesitar tanto, tal vez solo es pedirlo.  Odio vivir, del modo anterior.  Odio la nube gris que se come de a poco los pequeños tintes rojos de su hermana. En otro lugar el rojo se come al negro.  Odio la araña que baja a mi mente, sin ella no habría contado.  Odio la palabra, es lo que me queda.  Odio sentirme más ligera, necesitaba soltar el equipaje.  Odio que...

De a poco, por favor, que me asusto

Si me dijeran "pide un deseo" preferiría  que no me dijeras lo mucho que me quieres y lo importante que soy en tu vida. Que te callaras tus verdades porque me avergüenzan. Este remedo de posesa no merece tus cuidados, atenciones ni tiempo.

Pajairito ¡que me dueles!

Mi pajairito con cuerpo de hombre. Tu recuerdo me lastima en lo más hondo. Te quise cuidar como la lucecita que fuiste para mi alma. Conocí tus escondites, los que me dejaste ver. Te enseñé mis recovecos, los de mi cuerpo y los de mi alma.

El arte, los monstruos, las ciudades

Vi la última de Allen. La verdad no sé qué siento aún por él, por su arte. No sé si algún día podamos resolver el dilema, que hasta me parece falso, sobre si es debido (o no) separar al artista de su arte. ¿Cuándo el producto de la creación humana deja de ser de la persona y se vuelve el objeto de observación, de culto y de admiración? ¿Pasa? ¿Eso pasa?

Con el perdón de las expertas: colores

¿Soy yo? ¿Sólo yo veo este color amarillo que inunda el comedor y que anuncia la llegada de un cielo gris. Gris como el color del pelaje de la rata que entró en la sala de mi casa el martes. Gris con fuertes estruendos que retiemblan en las ventanas. Ya viene la tormenta.