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Carta para Ana

Hola Ana,
Sé que es una locura escribirte cuando tiene bastantes horas que ya no vives en el mismo mundo que yo, pero siento un dolor inmenso no haberte podido encontrar.

El domingo estabas jugando afuera del trabajo de tu mamá, hacías lo que cualquier niña de 8 años hace, pensar en qué quieres ser de grande o tal vez imaginar historias y hacerlas vivas en un juego. 

De pronto llegó el monstruo. Primero fue amable, seguro te dijo que irían por un elote o que irían a los juegos y tú le dijiste que sí porque seguro te mintió. Seguro te dijo que tu mamá le había dicho que fuera por ti porque se iba a tardar y tú eres una niña ¿qué más podías hacer si el té mintió?

Juan Fernando, ese es el nombre del horrible hombre que te apartó de la posibilidad de ser doctora o mamá o jugadora profesional de futbol, o yo qué sé cuál era tu sueño. 

El decidió, en su búsqueda de saciar su cuerpo y deseos violentos, raptarte y llevarte a no se sabe dónde. Decidió hacerte quien sabe qué y después dejar tu pequeño cuerpo, envuelto en cobijas, en medio de un baldío cercano a donde estabas con tu mamá. 

Imagino la desesperacion de tu mamá al no encontrarte. Puedo escuchar sus gritos desesperados buscándote. Imagino a tu papá cuando llegó a buscarte pensando en las cosas horribles que seguro pasaste. 

Puedo ver a tus tías y tíos preguntando por ti. A los camioneros de la ruta buscándote en las calles.

Y también imagino el silencio sepulcral de quierenes seguramente escucharon o vieron algo extraño, pero que estaban tan abstraídos en sus propios dolores que prefirieron ignorarlo. 

También imagino a la persona responsable del MP de Juárez, Nuevo León, que desestimó los llantos de tu madre y por eso decidieron no activar la alerta de tu búsqueda antes, si no hasta pasadas las 9 de la mañana del lunes. Un sistema legal que no nos da espacio para lograr evitar tu asesinato.

Anita, o Liz, así te diría yo, aunque seguramente te diría “peque” o “bebé”, tu no tienes culpa de nada. Juan Fernando es una persona horrible que ya había dañado a otrxs pequeñxs como tú. Alguien que ya había estado preso y que salió libre porque para las leyes patriarcales una pena mínima vale la estabilidad mental, emocional y corporal de alguien violentado.

Peque, siento mucho todo lo que viviste durante las últimas horas de tu vida, de verdad lo siento.

No dejo de pensar en ti y en las veces que gritaste por tu mamá. Que le pediste que no te hiciera nada malo. 

No te puedo apartar de mi mente porque si lo hiciera dejaría de ser yo. Dejaría de ver y de sentirme en ti. 

No quiero que te me olvides porque me recuerdas que vale la pena seguir trabajando para generar conciencia de que esto ya no debe pasar. Que ningún niñx se toca, se viola o se mata. Que no se maltrata a ninguna persona sólo por satisfacer mis gustos, deseos o placeres. 

Anita, te escribo a ti y las recuerdo a todas, les recuerdo a todxs y en mi mente les abrazo. Les cuido. Les doy el abrigo que pidieron antes de que alguien les matara. 

Te pido perdón por no haber hecho más, por no poder evitar que pasara.

Ana Lizbeth, no te me olvidas. Te lo juro. 

Te quiero pequeña...

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