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Se desmorona

De pronto cuando empiezo a sentirme bien del descanso, cuando siento el viento y veo el sol apagarse, en total calma, asalta mi mente su recuerdo.
De pronto siento miedo.

Me siento insuficiente. Inmóvil. Inerte.
De pronto pienso en él y recuerdo que soy así de pequeña, así de inválida.
Incapaz.
Inexistente.
Hacer por hacer, sin rumbo, porque tengo miedo.
La poca seguridad que sentí. El leve refuerzo que tuve. Veo cómo todo va callando.
De pronto paro.
Me repito un leve “no, no, no, no, por favor”. Yo sí me voy a escuchar a mi. Yo sí voy a poner atención a lo que sale de mi boca.
No voy a transgredir mi “no”. Ya no, yo ya no.
“Pausa, por favor. Recuerda: respira. Recuerda: solo aquí, solo ahora, solo esto. Ya no está pasando”.
Me confirmo que no es real.
Ya suenan las burbujas del agua que puse a hervir.
Me siento detenida.
Tengo un abismo en el cuerpo.
Quiero volverme a alcanzar.
¿Cuál es la mejor táctica? ¿Qué me sale mejor para volver a casa cuando me distancio?
Apagar la tele.
Cerrar el gas. Servir agua sobre el toronjil.
Preparar leche color oro.
Beber un sorbo.
Caminar un poco. Solo levantarme. Unos pasos cambian todo, tocar tierra de nuevo.
Un paso. Yo puedo.

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