"Que me diga algo, ni le estoy hablando a esa, pinche vieja fea, no le estoy haciendo nada ¿qué me va a hacer?", dijo esto y todo mi cuerpo (cuerpa) se estremeció.
Quise caminar con rapidez, pero también quise que supiera que no me importa lo que opina, lo que quiere.
Recordé cómo empecé el día. Desperté tarde, de nuevo. Me vestí de negro, casi siempre lo hago, pero hoy fue con intención, estoy de luto, estoy de lucha. Me amarré la pañoleta verde de la campaña por la despenalización del aborto, un regalo por demás hermoso. Me puse las botas de batalla y corrí a la redacción.
Prendí el primer cigarro mientras escuchaba en el radio que las movilizaciones feministas en España habían congregado a millones de mujeres en una huelga. Se me llenó el corazón.
Pensé en mis hermanas que viajaron a Chiapas y aprenden y se aprehenden.
Puse todo mi empeño en trabajar con seriedad las notas corespondientes a este día, al final, una siempre es feminista. Siempre es en lo que cree.
Después de una buena comida con compañerxs, y un corto periodo de trabajo, me dije que era mi tiempo de alcanzar la marcha. Que ya era hora de salir a caminar las calles.
Me encontré con una hermosa marea morada y ahí, frente a mi al llegar al Caballito, estaba Martha Lamas. ¡Tantos meses discutiéndole a la distancia y ahí estaba! Cruzamos sonrisas y ella continuó caminando con el contingente de trabajadoras del hogar.
Busqué a Daff y encontré a María, contesté una encuesta y Yuriko me encontró. ¡Qué hermoso es salir a gritarle al patriarcado que acá estamos y no vamos a dejar que nos siga matando y encontrar a amigas, hermanas!
Caminé del brazo de Yuriko, me sentí segura, me sentí más acompañada.
Al principio de la Alameda hubo una "trifulca", no sé qué pasó, no pregunté, pero un hombre mayor sostenía en la mano el celular con el que grababa a una muchacha que estaba en el piso. Las demás compañeras gritaban que se saliera aquel hombre, al final, era un contingente separatista.
El hombre le gritaba que "era una exagerada", que "no le había pasado nada" y entonces lo increpé, " si es una exagerada, entonces ¿para qué grabas? ¿Qué pretendes? Tu con eso ya quedas salvado ¿no?".
¡Pum! La magia me recorió, todos los miedos se disiparon y me mantuve ahí, en la marcha. Mi mente no voló.
"¡Que te dije que no, pendejo no. Mi cuerpo es mio, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía!" sentí las palabras recorrerme. Recordé que un año atrás esta consigna movió mi corazón. Me hizo vomitar de ansiedad y hoy estába, más fuerte que nunca, gritándosela a la distancia (espacial y temporal).
Decidimos seguir al Zócalo y ahí todo mejoró. Encontré a Daff, las compañeras tomaron el templete improvisado y disfrutamos palabras hermosas. "No quiero ser tu princesa" recitó una chava.
Nos fuimos de la marcha y la sensación de seguridad no me abandonó. Eso pasó hasta que caminé entre las calles de Tlalpan. Perdida, sin batería en el celular, pero con la convicción de llegar a tiempo para escuchar a una compañera del movimiento estudiantil del 68.
Escuché sus historias y reviví las mias. Escuché con atención la experiencia de ser mujer en los movimientos sociales y la forma tan cruda de describir que, sobre lo que les pasó a las estudiantes detenidas de esa época, muchas no quieren hablar.
Ya de vuelta a casa pensé en todo ello y tuve más miedo. Es verdad que los hombres se creen con el derecho de abrirte la puerta del carro para que subas, aunque no los conozcas. De gritarte "tsss ¿a dónde? Yo si te daba".
Al pasar frente a una imagen de la virgen de Guadalupe me salió lo católica y le pedí (mentalmente) que no fuera yo la siguiente "por favor, no dejes que me pase".
Aunque caminé con compañeras, aunque grité y todo mejoró, la realidad seguía ahí, la realidad que nos acosa, viola, abusa y mata. La realidad que no me canso de transformar. La realidad que no me deja descansar. La realidad que, aunque no todxs lo digan, ya nos tiene cansadxs.
Caminemos, juntas, todo lo que haga falta. Hablemos, juntas, todo lo que no se ha dicho. Cantemos y bailemos para encontrar una realidad donde todxs nos sintamos un poco más segurxs, un poco más vivxs.
Sororidad, anarquía y salud. ¡Ni una más!
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