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Desde mi banca improvisada

Compromisos bancarios me llevaron de vuelta a casa. Decidí que si ya había viajado aprovecharía para disfrutar mis viejos caminos con este cuerpo y sangre nueva.
Salir y respirar
Esta vez al cruzar el umbral nadie me preguntó a donde iba o si volvería pronto, esta vez él ya no estaba.
Cambio 1.

Libro en mano, llaves, tabaco y celular en el pantalón. Mis acompañantes durante todos los años que viví aquí, mis cómplices de fotos y recuerdos. Silvio, Mercedes y Delgadillo también caminaron conmigo hasta la pared alta donde he pasado largas horas. La roca desde donde esperé los barcos de nubes que trajeron a veces amores, a veces tardes de lluvia, basquetball y hasta momentos incómodos, esta vez me permitió observar la tormenta a mi derecha y el incesante astro a mi izquierda. Como si se tratara de la escenificación de los últimos meses de mi vida. De frente, el paisaje también ha cambiado, ahora levemente se observa el campanario de la iglesia de Tepotzotlán. 
Cambio 2.

Hoy, después de caminar en la oscuridad vi luz al fondo. Mercedes y La Cigarra lo saben, tal vez por eso aparecieron a acompañarme.
(Por fin entendí que mi meditación y pausa son los momentos como este, donde escribo lo que me pasa).

El viento frío anuncia que la tormenta está al caer, el calor de la roca me recuerda que pese a la fuerza inminente de la naturaleza, siempre hay algo dentro de mi que se mantiene cálido, esperando que pasen los momentos terribles. Es justo ese leve calor el que me permite caminar. Lo que nos permite levantarnos y dar un paso, al vacío o hacia cualquier lugar, pero movernos. Ver y sentir desde otro sitio.
Hoy se vuelve real el sentimiento de supervivencia, un sentir que me deja tomar una fuerte bocanada y soltar al aire las palabras de la canción en turno. 
Te canto al aire, canto y grito que por fin estoy aquí, resucitando.

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