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Palabras a la mujer que camina

Anoche cuando caminaba al trabajo me encontré con una mujer trans. Pero no la imagen que se formó en tu cabeza cuando lo leíste, si no una mujer trans pauperizada.

Una mujer que cruza variables y que me dejó impactada.



22:45 se hizo tarde de nuevo, la alarma del despertador no sonó. ¿Será que debo tener mejores estrategias para despertar? (Debo agradecer que vivo muy cerca de mi lugar de trabajo y esos pequeños retrasos no siempre generan conflicto).

Caminé apresurada a la estación de metro, todavía acomodándome el nudo de los tenis. De las sombras una figura en shorts y playera verde se colocó frente a mi.


"Pero qué loca, con el frío que hace" (y no es que precisamente el ambiente fuera gélido, simplemente la ciudad tras una tarde de lluvia se torna un poco más fría que de costumbre).


Mientras atravesamos las tres calles de distancia al metro, los ojos de transeúntes y comenzales de puestos callejeros de comida, se posaban sobre la mujer que con la seguridad del universo aplastaba el pavimento encharcado con sus zapatillas (que más bien parecen tenis con tacón).


De pronto me sentí como su guardaespaldas, porque en más de una ocasión la mirada de desaprobación que inició en ella se trasladó a mi y con un gesto de enojo hice que más de uno se pusiera a vociferar.


Y ella caminaba.


A casi una calle de llegar a San Cosme me percaté del estado de sus ropas. La playera verde limón tenía manchas oscuras, como cuando te quedas mucho tiempo sentada en la calle sucia; los shorts eran el recorte de un pantalón que estaba ceñido a su cintura con un lazo que hacía las veces de un cinturón.En los brazos llevaba unas pulseras de cobre, o algún material similar, que eran la combinación perfecta para las zapatillas que eran lo más nuevo que pude identificar de todo el conjunto. En el otro brazo se recargaba una bolsa de mandado (de estas cosas que el kitsch de la mexicanidad ha recuperado y nunca tuvo más sentido) pequeña y vacía. El cierre perfecto, un chongo en la parte superior de la cabeza adornado con una liga verde limón que contrastaba a la perfección con el cabello en tonos ocre.


Yo la seguí sin necesidad.


Al llegar al metro caminó con rapidez a las taquillas del lugar, yo entré al andén.


De pronto, ya con más luz, la vi de nuevo y pude identificar que las zapatillas estaban rotas por el frente y que el tacón estaba separado del zapato. Que la playera no era precisamente de su talla y también pude ver que con mucho esfuerzo sacó el poco color que quedaba de un tubito de labial que era lo único que guardaba en su bolsa.


23:20 ¿Cuándo se hizo tan tarde? (A mi me van a correr un día de estos...)


Con los minutos transcurriendo pude cada vez notar más cosas de ella. Noté que acababa de rasurarse, que los hombre que pasaban a su lado se le alejaba y algunos escupían (qué asco, no escupan nunca por favor) hacia las vías después de verla con desagrado. Noté también que ella no se inmutó en ningún momento, ni cuando le dijeron "pinche rara" y menos cuando uno grupo de tontos le chifló y le preguntó "¿cuánto?". Ella, como digo con mis amigxs, "en perra". Sin borrar la sonrisa de su rostro.


Me pregunté cuántos años habrá vivido siendo libre. Me pregunté si será condición inalienable para la emancipación el propio reconocimiento del cuerpo y del "ser en sí". Me pregunté ¿cómo carajos hace para saberse tan dueña de sus pasos, tan libre y tan ella?


Quise preguntarle todo esto, quise acercarme y conocer su historia, pero al llegar a Hidalgo caminó con la velocidad de una mariposa y no la alcancé. Al salir de la estación, levemente inspirada por la fuerza que me transmitió, la vi sentada con "los monosos" de San Hipólito...


De pronto sentí que en sábado por la noche todos merecemos un poco de diversión, todos, menos la carga nocturna.


(A)

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