Porque después de la primer mujer embolsada que vi sentí que
ya no tenía miedo, que ya no tenía ni ganas de vivir, que ya nada me haría
llorar de esa forma de nuevo. Después del vómito en algún baño, después de las lágrimas
atoradas y la garganta reseca, creí encontrarme como una esponja seca.
“Una buena muchacha, decente, de casa no debe salir”, tres
acordes y la voz del cubano fueron suficientes para que brotaran los años de
sentimientos amordazados, los años de rabia contenida, que recibe una pequeña
válvula de escape cada vez que camino con mis hermanos y hermanas por las calles
de mi ciudad exigiendo justicia para, cada día, una causa diferente, un
atropello diferente. A las 7:02 te lloré.
Karen te asesinaron y los encabezados dicen que te
encontraron muerta. Fátima, María, Juana, Camila, Paula, Ana, Lucía, Montserrat,
cada día un nombre distinto, un asesinato distinto, un feminicidio distinto.
“¿Cómo se escribe de amor cuando hay tanta muerte?” rapeaba
un compañero esta semana. “¿Por qué no mejor nos vamos todos a la chingada?”
escribió quien te trajo a mi mente.
¡Si ya estamos en la chingada! Ya llevamos años recorriéndola
y no termina, porque la chingada empezó con las vejaciones del patriarcado y
terminará hasta que este caiga. De amor escribimos porque lo construimos, aun
en este desierto le edificamos acciones como mezquites.
(Aquí ya perdí a la mitad de mis lectores porque utilicé la
palabra de las feminazis, otro día me peleo con el torpe concepto)
A las 9:20 me enfrasqué de nuevo en una discusión, no nueva,
bastante discutida. “Tú eres tan autoritaria como ellos” dijo. Monté en cólera.
¿Cómo me comparaba con los nazis? (feminazi)
¿será estúpido? Pero si lo que yo quiero es un mundo en el que la vida sea
respetada, la vida digna, los dignos sentimientos, (Karen) la digna indignación, porque en este mundo que tenemos ahora
no hemos logrado estar todos parados en el mismo piso. Que ¿por qué no salgo a
dar clases? Porque mis conocimientos no le son útiles al mundo, o eso me han
hecho creer, o solo creo que creen que no creo… (autoritarios, nazis) me volví a enmarañar. Reproche tras reproche, el sello de una vida donde el amor ocupa
el segundo lugar justificado con la falta de comida en la mesa. Disonancia vociferada en la sala de la casa de los padres.
“Otro mundo es posible”.
No dejes de sonar en mi mente, de estar tatuado en la
espalda de mi amiga, en los posters de la recamara de otra hermana, en los
cuadernos de los universitarios y en las oficinas de las doctoras en
sociología, o en diseño. No dejes de estar presente.
Karen, por ti y por todas, por las que aun no nacen y por
los que hoy deciden no atacar a nadie más, otro mundo se hará posible, lo
haremos posible, lo tenemos que construir como el camino al horizonte, aunque
este se aleje cada vez que avanzamos hacia él.

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