La embestida llegó cuando aun no terminaba de levantarme de la anterior. Tus manitas: fuertes y con vida, junto con todo tu cuerpo, fueron encontradas en una bolsa naranja en un camino de terracería en medio de una de las ciudades más grandes del mundo. A ti también te asesinaron Fátima, bebé, pequeña. Mi nena te lloro y no te conozco. Te lloro y lloro a Ingrid, a Lesvy, a Marichuy, a Diana, a todas. Nos lloro. Eras una bebé. Eras una artista o una bióloga que iba a curar el VIH. O ibas a tener niñas hermosas, como tú, que corrieran libres por las calles. Entiendo tu miedo y tu dolor, tu desconcierto y calma cuando alguien desconocido te tomó a la puerta de la escuela. Tal vez ese día no te supiste las sumas y creíste que era tu culpa que tu mamá no fuera por ti. A mi también me pasó, sentí el desconcierto de la culpa y el dolor ya no se me quitó. Pero a ti, pequeña Fátima, ya no te dejaron vivir. Un grupo de dolientes te arrebató de n...
Espacio autónomo de intervención personal. Básicamente un diario público